Fue el jueves 27, acababa de ganar España en la tanda de penaltis a Portugal, y con los niveles de adrenalina por las nubes iba a comenzar una de las visitas más curiosas desde que estamos en los Estados Unidos de America.
Junto con nuestros vecinos Jean y Janet (ex-militares estadounidenses) viajamos durante unos 10 minutos por la carretera que se adentra en el pueblo de Sugar Creek, torcimos a la derecha en un camino pedregoso y nos adentramos en zona amish.
Los amish son un conjunto de personas con una doctrina religiosa cristiana y anabaptista. Viven apartados del mundo exterior, visten con ropas del siglo XVII y como digo no utilizan ninguna gran tecnología. Ellos mismos cultivan sus tierras, tienen su ganado y son grandes negociantes.
Entrar con nuestro coche hasta su casa ya parecía una aberración, pero tengo que confesar que durante toda la tarde nos trataron de forma impecable, con gran amabilidad y muy atentos. Nada más llegar nos presentamos y nos ofrecieron dar una vuelta con sus vehículos. Ellos no tienen coches, y viajan en carros tirados por caballos, nosotros, ni cortos ni perezosos nos subimos encantandos en uno de esos carros, e incluso durante unos segundos pudimos tomar las riendas.
Después nos enseñaron toda su granja, pudimos ver cómo fabricaban la leche, pero lo que más nos sorprendió fue la cantidad de pollos que tenían. Abrieron un corral de unos 100 metros de largo por unos 15 metros de ancho donde había 24000 pollos, todos blancos y esperando a ser vendidos. Jamás había visto algo semejante.
Tras esta visita a sus granjas, donde también tenían cabras, algunos de sus hijos se despidieron de nosotros. Los amish tienen bastantes hijos y con la edad de 24 años ya se suelen haber casado. Por cierto, una curiosidad, los hombres una vez casados no se vuelven a afeitar la barba.
Después nos enseñaron su casa por dentro, simple pero muy confortable, nos invitaron a merendar unos bollos caseros que estaban deliciosos y conversamos con ellos durante unos minutos sentados en el porche de su casa. Trabajan mucho, pero viven en paz y son felices. No conocen el stress, los atascos, las prisas, los ordenadores, viven en otro siglo sin hacer daño a nadie.
Este fin de semana nos espera otra pequeña aventura. Iremos hasta Port Clinton, donde nos subiremos a un yate a orillas del lago Erie para viajar a una de sus islas. Esperemos disfrutar del sol, el agua y la buena comida. El 4 de Julio se aproxima y según nuevos planes parece que lo pasaremos en Boston. Seguiremos informando.
See you soon.
que de experiencias jooo, que envidiaaaa sana
ResponderEliminarYa ves!!!Victor escribe más!!!Tengo el mismo pensamiento de los Amish que vosotros! Ver dentro de América esa cultura tan diferente me sorprendió pero me encantó!
ResponderEliminarBesitosss
Qué fuerte... los amish son todo unos pollo-productores. Se ve que algo de tecnología sí que usan porque tienen una manguera de plástico por ahí. No son listos ni nada XD
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